Una epopeya con final feliz: la expedición que logró llevar la vacuna de la viruela hasta los confines del mundo
Por Susana Mitchell
En 1803 zarpó de La Coruña la corbeta que cambiaría el destino de la humanidad. Su éxito dependerá de 22 niños huérfanos, dos hombres y una mujer, la única que participó en la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.
“A flor de piel”, del español Javier Moro, narra la aventura de una enfermera, dos hombres y 22 niños huérfanos que viajaron en barco alrededor del mundo para distribuir la vacuna de la viruela.
El paso del tiempo podrá cambiarlo todo, menos el coraje y la valentía que habitan el corazón humano. Y de eso se trata A flor de piel, del español Javier Moro, una historia novelada y protagonizada por un médico, su ayudante, 22 niños huérfanos e Isabel Zendal, la única mujer a bordo de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.
Isabel era directora del hospicio de La Coruña, España, cuando el doctor Francisco Balmis logra convencerla de unirse a la descabellada aventura de subirse a un barco para intentar frenar la peste de la viruela por ultramar. Al aceptar semejante locura, la mujer se transforma automáticamente, y sin darse cuenta, en la heroína de esta historia de dimensiones épicas. Hasta aquí, ¡guau! Increíble. Pero hay mucho más, aunque les anticipo que deberán hacerse del libro si quieren saberlo todo.
Desde luego, y como podrán imaginar, Isabel viajaba en medio de una colonia de testosterona: puros tipos, algunos más rústicos que otros, encerrados a bordo de una nave que estuvo muchos años lejos de su puerto original. “Para aquellos pasajeros no existían ni el cielo ni las estrellas, solo nubes bajas y un mar enfurecido. Llegaron a olvidar el día de la semana, el nombre del mes y hasta el recuerdo de la vida en tierra. La María Pita (la corbeta) se balanceaba, cabeceaba, caía en picado, gemía por todas sus cuadernas como un animal sometido a la tortura”.
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El resto lo dejo a vuestro criterio. Ahora, lo que sí voy a contarles es que la protagonista no dejó ni a sol ni a sombra a los niños y se encargó de ellos en todo momento y situación. Aun cuando ella misma sintió que iba a morir. “El pánico (…) hizo que ella también se marease como no lo había estado nunca, con vértigo y pérdida de coordinación de los movimientos. (…) Llegó a pensar que perdería su vida y se preguntó más de una vez cómo se había dejado embarcar en semejante aventura”.
Durante el tiempo en que duró la expedición (1803-1814), financiada por el mismísimo Carlos IV, se cumplió el objetivo de frenar la viruela a lo largo de una gigantesca vuelta al mundo. Fondearon en varios puertos: Las Canarias, Santa Cruz de Tenerife, La Habana, Caracas, Puerto Rico, Colombia, Filipinas y China, entre otros. Y el doctor Balmis, cabeza de la expedición sanitaria, celebró orgulloso, junto a su Salvany (asistente), cada pequeño avance de la misión, casi al mismo tiempo en que se enamoraban, los dos, de Isabel, la única mujer a bordo.
Ahora bien. Acá es donde la historia se pone caliente. Porque, además de héroes que arriesgaron sus vidas, toda esta gente era de carne y hueso y, arriba de ese barco, obviamente pasaron cosas. Capaz al principio no pasó lo que cada uno de los protagonistas esperaba, pero pasó. Y mucho.
En “A flor de piel”, Javier Moro rescata del olvido un capítulo fundamental de la historia de la medicina.
¿Y qué hay de los 22 huerfanitos? Dejo la historia de amor en remojo y vuelvo al tema central de esta epopeya : “Os he elegido para que salvéis el mundo -les dijo Balmis a los huérfanos- sois unos pequeños héroes cuya contribución a la humanidad quedará para siempre grabada en los libros de historia”. Los niños no entendían nada, pero a su corta edad (por mas niños abandonados que fueran ) ya intuían que algo tendrían que dar a cambio de “tan formidable suerte”. Y sí. Tuvieron que dar y mucho: fueron inoculados con el virus para hacer de pequeñas fábricas humanas de vacunas que luego se aplicarían al llegar a cada puerto.
“Cómo os vais a llevar niños expósitos a América”, interpeló Isabel a Balmis, antes de aceptar ser de la partida. “Con permiso de Su Majestad para librar al mundo de la viruela”, respondió el médico como si nada. Pero: “¿y cómo estáis seguros de que van a sobrevivir a un viaje tan largo? ¿Y los temporales? ¿Y si se hunde el barco?”. En fin. Las dudas fueron miles. Tantas o más que las respuestas que les deparó aquel viaje que solo podía asegurarles incertidumbre y peligro. Aun así, se jugaron. El resto, es historia.
Como casi todas las obras de Javier Moro, A flor de piel es una novela que se lee de un tirón. Muy bien escrita y documentada. Sin dobleces. Capaz de reflejar el alma humana en cada tramo de su prosa. Rescata del olvido un capítulo fundamental de la historia de la medicina, y a una mujer fuera de serie, una adelantada, Isabel, por cuyo amor se enfrentaron Balmis y Salvany, los dos médicos responsables de la expedición. Y por favor, no insistan. No voy a dar más detalles. Y sí, queridos amigos, los voy a dejar con la incógnita que ustedes mismos tendrán que resolver: ¿con cuál de los dos se habrá quedado Isabel? ¡Suerte con eso!
Quien es Javier Moro
♦ Nació en Madrid, España, en 1955.
♦ Es escritor.
♦ Escribió libros como A prueba de fuego, Mi pecado, A flor de piel y El imperio eres tú.
♦ Recibió galardones como el Christopher Award 2003, el Premio Planeta 2011 y el Premio Primavera de Novela 2018.