Más de 300 familias se unen para prohibir el celular a los chicos hasta los 13 años
Un grupo de padres y madres del colegio San Nicolás, en Mendoza, impulsó un acuerdo colectivo para postergar la entrega del primer smartphone a los chicos hasta los 13 años y retrasar el acceso a redes sociales hasta los 16. La iniciativa, conocida como Pacto Parental, surgió tras la preocupación por los efectos del uso temprano de celulares y rápidamente sumó adhesiones: en pocos días se alcanzaron más de 300 familias de Mendoza, Córdoba y la provincia de Buenos Aires.
El impulsor del proyecto, Ignacio Castro, explicó que la propuesta busca recuperar el rol de los adultos en la crianza y se inspira en la evidencia científica difundida por el psicólogo Jonathan Haidt, quien advierte que el uso intensivo del celular durante la niñez afecta el desarrollo del cerebro. Castro contó que su hijo de 11 años recibía 150 notificaciones por día y que en su entorno escolar crecían los casos de ansiedad, bullying y pérdida de atención, lo que motivó a actuar de manera colectiva.
La escuela acompañó la iniciativa al detectar problemas similares dentro del aula. Directivos señalaron que, pese a implementar medidas como cajas para dejar los celulares al ingresar, los conflictos persistían: chicos que no socializaban en los recreos, situaciones de exclusión en grupos de chat y distracción permanente. Por eso, el colegio anunció que desde 2026 los estudiantes de secundaria deberán asistir a clases con el celular apagado, mientras que en primaria los dispositivos ya están prohibidos.
El pacto establece que al menos diez familias por curso se comprometan para evitar que algún alumno quede aislado socialmente. En los grados inferiores, donde muchos chicos aún no tenían smartphone, la adhesión fue prácticamente total. En cursos superiores, la participación fue menor y hubo casos, como el del hijo menor de Castro, en los que los padres decidieron retirar el celular inteligente y reemplazarlo por uno analógico.
Aunque la medida generó resistencia al principio, las familias aseguran que la adaptación es rápida y positiva. Varios padres relatan que, tras el enojo inicial, los chicos retoman actividades que habían dejado de lado: juegos tradicionales, lectura o actividades al aire libre. Para los impulsores, el desafío también interpela a los adultos, que deben revisar su propio uso del teléfono para acompañar coherentemente el cambio.

