La UCR en su laberinto
La postal era más que elocuente. En un domingo de elecciones, el Comité radical de Avellaneda permanecía cerrado y desierto. En la flamante Boleta Única, el sello del partido centenario, que supo representar los intereses de las amplias clases medias argentinas, ni siquiera figuraba.
Es que si bien el gran derrotado de la jornada electoral fue el peronismo, el radicalismo bonaerense tuvo una derrota anterior, aún más dura y silenciosa: la de no poder ni siquiera lograr un consenso para presentar una lista. En la provincia, sus dirigentes fueron dispersos en distintas agrupaciones y ninguno de esos aspirantes logró entrar al Congreso.
Dentro de la UCR bonaerense apuntan a la tensión y la falta de acuerdo entre las dos cabezas del partido provincial: Pablo Domenichini, al frente de la Convención Radical, y Miguel Fernández, titular del Comité. Esa interna, que fue judicializada y no pudo ni siquiera tener un punto final en los tribunales, parece devorarse poco a poco la vitalidad del espacio y de sus militantes.
Este doble comando vence, por orden judicial, este viernes. Por esta razón los distintos sectores deberán sentarse a tratar de encontrar un rumbo y, sobre todo, de consensuar una estrategia partidaria sólida a partir del peso territorial que todavía tienen en la provincia. Las críticas arrecian, cuestionan la falta de convicción, de propuestas y de liderazgos fuertes en tiempos en los que la política altisonante es la que parece seducir al electorado.
Fragmentado y sin identidad, el radicalismo tiene un largo camino para rearmarse si aspira a ser una opción electoral en 2027. Tal vez el primer paso lo empiecen a dar por estas horas.

