La Democracia Latinoamericana quedó gravemente herida

La Democracia Latinoamericana quedó gravemente herida

Por Rodolfo Florido

No es solamente un fraude en Venezuela, es una herida más que profunda para toda la Democracia Latinoamericana. Si cualquier régimen político puede consolidar cualquier tipo de fraude amparado en un discurso supuestamente progresista, socialista, anti norteamericano y/o comunista, ninguna democracia estará a salvo de ser dinamitada por el simple y brutal ejercicio del Poder en su estado más puro, o sea, el poder de las armas y la arbitrariedad.

Cualquiera podrá hacer un golpe amparado en algún momento desgraciado de las circunstancias particulares de cualquier país. Todo será cuestión de encontrar colaboración paga militar y/o de las Fuerzas de Seguridad, usar ese poder, formar sus milicias militantes y tomar el Poder al grito de “cipayos vende patrias” o “fascistas asesinos del pueblo” o tantas otras consignas usadas más que para descalificar al rival para protegerse en la justificación de sus propios excesos.

De hecho no importará mucho si esta suerte de “Democracia” falsa y tutelada es en rigor de verdad de extrema izquierda o de extrema derecha. No hay ninguna diferencia entre Maduro y Diosdado Cabello con Adolfo Hitler y Rudolph Hess o Stalin y Beria.

Cualquiera de ellos podría convivir sin pudores como convivieron Hitler y Stalin cuando firmaron el acuerdo Ribbentrop y Molotov. O alguien se olvido con cierta comodidad intelectual que nazismo es una palabra reducida proveniente de “Nacional Socialismo”. O alguien puede ser tan idiota que piensa que Hitler abrevó entre Montesquiau y Looke.

El mundo se ha vuelto tan cínico, idiota o advenedizo que considera que un fraude de 40 puntos es un poco menos totalitario que simplemente tomar el poder y retenerlo sin falacias asquerosas. Lo único que falta es que se utilice la expresión “violación consentida” para justificar la más deleznable y repugnante perdida del amor profundo.

Venezuela y con ella toda la América Latina ha sido violada brutalmente con el consentimiento casi explícito de todos los países de la región y del mundo libre.

Esto no es tan complejo. O todos rompen relaciones con la Venezuela de Maduro, confiscan sus cuentas en el exterior y reclaman nuevas elecciones en 90 días bajo el control irrestricto de la OEA y/o eventualmente la ONU, o comenzarán a alentar otros golpes de Estado hasta que la región sea como era el mundo hasta hace menos de dos siglos y durante más de 4000 mil años, un mundo de poderosos sin control y con el control de la vida, la libertad y los bienes de cualquiera que se le opusiera.

El eventual fracaso de los partidos políticos tradicionales no puede ser la excusa para perder la libertad. De hecho se supone que justamente esto es la democracia, corregir errores con nuevas y libres elecciones. Lo contrario sería como abolir las parejas porque con una pareja le fue mal. Hay que reducir los ejemplos a sus expresiones más comunes para entender lo brutal que el mundo vivió en vivo anoche.

Por un momento pensé que el régimen se iría y que la oposición recuperaría la Democracia. Ni siquiera para ser mejores, siquiera para ser libres de acertar o de fracasar. De esto se trata la LIBERTAD. No es una garantía de éxito y es una garantía de corregir los fracasos. Me equivoqué. Mi amiga Maibort Petit, periodista y exiliada venezolana, tenía razón. El régimen autócrata, autoritario y dictatorial no se iba a entregar porque temen perder los millones robado y por robar y temen perder también sus libertades personales. Ellos no quieren refugiarse en las calles de la Habana, de Managua, de La Paz, de Moscú o de Teherán. Quieren Madrid, Paris o Nueva York.

El mundo tiene la respuesta o tendrá las consecuencias.

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