Facundo Manes, Martín Lousteau y Rodríguez Larreta están a 10 minutos de ser Massa filo Kirchneristas
Por Lic. Rodolfo Florido
Aunque parezca mentira, los 3 grandes derrotados de sus internas con aspiraciones presidenciales, han sido los que están llevando al país hacia un sendero de brutal confrontación.
Claramente, más allá de estar o no de acuerdo, parcial o totalmente con la orientación que Javier Milei le está dando al país, este, se ganó democrática y republicanamente el derecho a desarrollar las políticas por las cuales fue elegido por el 56% de los ciudadanos, los que lo votaron para hacer lo que dijo que haría que es lo que está de hecho haciendo.
Ni Menem, su principal referente histórico fue tan coherente. De hecho Menem dijo; “si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie”. No es este el caso, Milei está haciendo lo que dijo que iba a hacer. Podrá gustar mucho, poco o nada pero es lo que dijo y prometió en campaña y por lo que lo votaron. EN OTRAS PALABRAS, TIENE DERECHO GANADO A TRIUNFAR O FRACASAR EN SUS TERMINOS.
Pero entonces ¿Cuál es la verdad de lo que está sucediendo con la denostada y presuntamente traicionada Ley ómnibus? La realidad es que los derrotados quieren establecer los términos del armisticio. ¿Por qué? Claramente no por motivos patrióticos o por un mundo mejor o porque tengan propuestas superadoras o tantas de esas verdades de Perogrullo a las que los argentinos estamos acostumbrados a ver y escuchar cuando se buscan disfrazar de gesta patriótica simples aventuras personales, odios inconfesables, frustraciones de derrotados o regresos miserables sobre las ruinas de lo que destruyen mientras dicen querer construir. Al final son como Menelao que disfrazó su condición de engañado por parte de su esposa Helena, utilizando expresiones de honor dañado solo para destruir a Troya que ya competía comercialmente con las ciudades helénicas.
Así como nunca fue Helena, tampoco es Milei. Es que Milei está reformulando todos los matices ideológicos que antes se juntaban por pedazos de Poder y Negocios nunca confesados. Así, a Massa, Rodríguez Larreta, Manes y Lousteau no los une el sentimiento de una argentina más prospera, igualitaria en la que el 50% de los argentinos no sean pobres de toda pobreza. Los une el espanto de no ser ellos los elegidos. Los unen un sector de empresarios argentinos a los que nunca les importó el pueblo sino sus cuentas y negocios con un Estado que los hizo ricos como ricos hizo a los políticos que les dieron las obras sobrefacturadas. En otras palabras, versiones más sutiles de Lázaro Báez.
Es todo tan obvio que; aún cuando la mayoría de los legisladores radicales acompañaron la ahora fallida Ley Ómnibus, el Comité Nacional dice que no fueron traidores ni delincuentes y que el Presidente “incita a la violencia contra el que piensa distinto”.
Solo un escasísimo ejercicio de la memoria inmediata es necesaria para observar que de no haber sido por el despliegue de FFSS que la Ministra de Seguridad; del PRO por cierto y que le ganará con gran distancia las elecciones internas a Rodríguez Larreta, y por la también presencia de la Policía de la CABA, conducida por Jorge Macri, quien le ganará la elección interna a Martín Lousteau por cierto; de no haber sido por esto, los eventos motorizados por la extrema izquierda trotskista y los sindicatos kirchneristas habrían devenido en otras 14 toneladas de piedras. Mientras tanto Sergio Massa espera calladamente que este nuevo reparto de cartas marcadas le deje el futuro despejado para sus ambiciones de Poder y Negocios ayudado por el trío de radicales K y ProK, sumados a los presuntos “Movimientos Sociales” (Grabois, Pérsico, Belliboni, etc.) que sueñan que heredarán la Plaza Roja después de la destrucción.
Nuevamente es muy obvio, patéticamente obvio que no les importa el país aunque sus pretendidos discursos se llenen de frases hechas sobre la pobreza, el hambre y la desigualdad, como si ellos no hubieran sido parte durante los últimos 20 años de los fracasos que nos dejaron con un 50% de pobreza y más del 60% de los niños pobres mientras la indigencia la acercaron al 10%. Y que esta grandilocuencia la exprese Martín Lousteau que casi llevó al país a una Guerra Civil interna entre el campo y la ciudad con su diseñada y pretendida Ley 125, es increíble. Casi o tan increíble como que los radicales premien a un Radical K como Presidente de una Convención a la que dejó en el olvido cuando era un funcionario de la Presidenta más procesada, condenada y culpable de corrupción de la Historia Argentina. Pero él, no vio nada.
Mientras tanto, Facundo Manes cabalga una y otra vez hacia el fracaso o como dicen en la interna radical…“Desde Causa Federal retrucan: “Todos los intentos de Manes terminan en fracaso”. “Es un líder negativo porque está envenenado porque no fue candidato a presidente de la UCR ni logró quedarse con el bloque”, suman otras voces del espacio molestos por su accionar en el Congreso”.
En cuanto a Carrió y sus legisladores, en su pretendido rol de Juana de Arco, está arrastrando a todos sus seguidores a la hoguera del olvido. Una lástima para alguien que supo ser una pared para evitar la entronización del kirchnerismo más duro y que hoy es absolutamente funcional a ellos aunque no lo exprese.
Finalmente, la argentina toda ve como muchas ambiciones personales atraviesan el conocido y por demás peligroso jueguito de la Gallina en la que dos autos se enfrentan en direcciones contrarias y el último en moverse para evitar el choque (rodeados de miles de seguidores) es calificado de gallina y pierde. Lo que no cuenta Wikipedia es que en ese juego, más de una vez ningún auto se corre y todos mueren. Los inconscientes conductores y el público que en este caso sería el pueblo.
Entiendan de una vez que dialogar no es vaciar de contenido al otro. Entiendan de una vez que dialogar es para encontrar propuestas superadoras y no la destrucción del oponente. Entiendan de una vez que los argentinos en su gran mayoría ya descubrieron el jueguito y no quieren que los sometan a resultados absurdos donde el derrotado fija las condiciones del triunfador o bien que el triunfador humille al derrotado al punto de la desconsideración.