Ferraresi asfixió y cerró el autódromo de Avellaneda

La intendencia de Avellaneda parece ser indiferente e insensible ante el reclamo de los dueños del Autódromo Adrián Villegas, que se vio obligado a cerrar sus puertas ante las desmedidas tasas municipales que les quieren cobrar.
El predio funciona en la costa de Villa Domínico desde 1991. Allí trabajan unas 30 personas, que perderían sus fuentes laborales. A eso hay que sumarle los pilotos, los mecánicos, las gomerías, la venta de aceite y repuestos, que también se ven perjudicados. Todo un circuito económico que queda congelado en un contexto social donde cada peso que deja de entrar a las familias es un drama.
Según Néstor Frasquete, presidente del autódromo, los problemas empezaron cuando el intendente Jorge Ferraresi ordenó rezonificar el lugar y elevó el precio de las tierras. Primero fueron por la apertura de una calle que une las dos parcelas que conforman la pista de 600 metros. “La calle estaba cerrada con un permiso del Concejo Deliberante y pidieron reabrirla. Al final llegamos a un acuerdo de que se cierre sólo cuando haya carreras, como se cierran otras calles cuando juegan Racing o Independiente”, explica Frasquete.
Pero después la rezonificación tuvo un impacto más fuerte: el económico. “Pasamos de pagar 60 mil pesos de ABL a pagar 5 millones por mes. Primero cuando vi la boleta pensé que era el monto anual, pero no, es mensual”, dice el dueño del autódromo que explica que es imposible para ellos afrontar esos costos.
“Fuimos a hablar a la municipalidad porque en teoría el autódromo tiene que estar exento, porque tiene personería jurídica y todo en regla, pero no nos escucharon”, se queja. “Primero nos dijeron que ya se iba a solucionar, pero después pasaron los meses y ahora debemos más de 100 millones de pesos, imposible de pagar”, explica.
“A raíz de eso la municipalidad me dio de baja la habilitación”, dice con amargura Frasquete, que recuerda todo lo que hicieron por esa parte olvidada de Avellaneda. “Fuimos ahí cuando no había nada. Nosotros levantamos la zona. Evitamos que la escuela rural, que es la única que hay en el distrito, se cerrara. Y ahora nos encontramos con este baldazo de agua fría”.
“Tengo 74 años y no esperaba terminar mi vida peleando con esto. Este mismo intendente que me dio la habilitación ahora me cierra”. concluye Frasquete.